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 ¿Por qué las Inocencias?

Les explico dos cosas:

1) Todos los libros que leo pasan por un proceso de apropiación violenta. En la primera página coloco mi nombre. En la página donde comienza el texto escribo la fecha en la que comienzo a leerlo y una frase que describa mis circunstancias en ese momento. Lo subrayo y coloco notas al margen, escogiendo frases que no se para qué me sirvan pero simplemente me llegan. Coloco pestañas de colores en las páginas que he subrayado y, finalmente, escribo la fecha en la última página cuando termino de leerlo junto a mi circunstancia en el cierre. Así tengo libros de cuando nació Amelia o Sergio, tengo el libro de cuando llegó la Michu, tengo los libros de cuando presenté, en convocatorias, proyectos que a lo mejor nunca salen a la luz.

2) He intentado explicarme racionalmente (a mí a mí a mí) mi proyecto de Las Inocencias y no sé por dónde agarrar. Cuando me toca explicarlo, finalmente digo que es un proyecto que me sale de la víscera porque, la verdad sea dicha, mi campo de investigación no es la niñez sino la maternidad y cuidados. Entonces, no entiendo por qué lo hago; sólo lo hago. Incluso ahora último envié a una revista un artículo donde escribí sobre el proyecto y nada, ni argumentos, ni citas de otros textos: omití cualquier intención científica y presenté un desparpajo emocional.

Explico esto antes de compartirles una cita que acabo de encontrar, en eso de leer y subrayar lo que no sé por qué me llega. Y lo encontré a un día de dar por terminada la última edición de las Inocencias, a sabiendas de que no volveré a pedirle a nadie que regrese a su niñez y me comparta una parte de su memoria. Me rescata de no saber por qué hice esto ante de darlo por terminado. Se los paso: "Cómo escapar al adultocentrismo? Todos los días quisiera ponerme en el lugar de mi hija e intentar dialogar y respetar sus opiniones y decisiones. A veces lo logro y muchas otras no. Intento imaginar que soy el Principito y puedo recuperar mi pensamiento de niña para entender cómo piensa, cómo imagina, cómo desea y de qué formas podría evitar imponerme desde una visión autoritaria. Intentar leerla desde mi corazón y no desde la convención fútil que hace que etiquetemos a nuestros hijas-os-es de una forma poco amorosa y algunas veces cruel" - Violeta Celis.

A lo mejor esa frase no explica mucho tampoco. No articula a Las Inocencias con la teoría sobre los procesos de construcción de la realidad mediante la percepción y la intuición de Arnheim o las teorías sobre el inconsciente de James Hillman. Igual se las dejo porque a lo mejor resulta más esclarecedora que cualquier teoría científica.

Inocencias
Primera edición
2020

¿En qué momento dejamos de ver con la mirada de la niñez? ¿Cuándo se nos va la niñez? Crecemos y, con ello, aprendemos a observar el mundo como adultos.  Adquirimos consciencia, racionalidad y realidad. La imaginación queda rezagada a la ficción. Inocencias nace en el 2020, en medio de la pandemia COVID 19, para recordarnos que somos un cúmulo de recuerdos.  Intento combatir la vulnerabilidad y la angustia de lo que pasa afuera con la mirada hacia el interior.  En este pequeño proyecto, treinta y cuatro personas me permitieron hurgar en sus recuerdos compartiéndome esa mirada de su niñez.  Sus inocencias, sus yo-creía-que. El sosiego de lo inverosímil.

Observa la 1ra Edición en https://issuu.com/glendarosero/docs/issuu_inocencias_formato 

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Inocencias
Segunda edición
2021

En 1658 se publicó el Orbis Sensualium Pictus, considerado como el primer libro ilustrado para niñxs. Este texto, base de la pedagogía moderna, mostraba el mundo en imágenes con la certeza de ubicar, por medio de representaciones y una descripción detallada, las cosas, fauna y flora fundamental de la época. Cada cosa con un nombre, cada cosa con una función. El mundo real.

 

En esta segunda edición, con el estilo de las ilustraciones de la publicación original, he realizado mi propio Orbis Sensualum Pictus asignando una profesión u oficio a cada participante, más allá de si ahora, en su adultez, tienen una actividad totalmente distinta. Creo que, en nuestra infancia, en ese afán de entenderlo todo, las profesiones y oficios son un primer acercamiento para darnos un sentido del por qué somos o estamos.

 

Por segundo año, durante todo el mes de junio, publiqué pequeños relatos de 32 participantes: sus "Inocencias". Ellxs me han compartido un pedacito de su memoria y yo he tratado de acercarme a su sentir con una ilustración. Descubrir la realidad con los ojos de la infancia es magia pura y he tratado de acercarme a esa magia con dibujos.

Observa la 2da Edición en https://issuu.com/glendarosero/docs/las_inocencias_2da_edici_n

Inocencias
Tercera edición
2022

Es un peligro que yo lea mucho porque se me comienzan a ocurrir cosas de manera vertiginosa y eso fue lo que pasó con esta tercera edición. Estaba leyendo sobre las exploraciones en América durante el Siglo XVIII y la importancia del registro visual de estas aventuras. Las plantas, las geografía y los personajes se dibujaban y se mandaban a otros continentes como grandes descubrimientos, todos descritos en manuscritos: los códices. ¿Y si hiciera un códice de Inocencias? Y ahí nace esta edición, en donde intento recopilar estas memorias compartidas, asignarles un nombre de origen y mostrarlas. Les invito a ser parte de estos descubrimientos.

Observa la 3ra Edición en: https://issuu.com/glendarosero/docs/inocencias_3ra_edici_n

Las Inocencias: Inventar

Texto publicado en la revista literaria Pie de Página, UArtes

Noviembre 2022

http://piedepagina.uartes.edu.ec/

 

En ocasiones, cuando veo a mis hijos, me imagino cómo sería yo jugando junto a ellos: pequeña de pelos despeinados, desenfadada en el vestir, con la única gana de inventarme un mundo y que nadie me saque de él ¿En qué momento salí de ese mundo sin darme cuenta?

*

Mi hijo me suele decir que no quiere crecer.

Que es imposible de detener, le digo.

Que tiene sus ventajas.

Miento.

*

Mientras cruzaba mi adolescencia, leí El Principito -como la mayoría- y estaba segura de haber podido tener una conversación emocionante con él en medio del Sahara; desaprobé la falta de imaginación del piloto, desaprobé su falta de niñez. Hasta ahora me gusta preguntar sobre los sueños y la infancia. Son mis preguntas recurrentes e importantes para conocer gente y, al mismo tiempo, son las menos interesantes para el interlocutor adulto. Me gusta imaginarnos niños, despojarnos de la postura adulta.

*

Amo ver a mi hija llorar por un caramelo.

Todo se resuelve con un caramelo.

La felicidad es un caramelo.

*

Para escribir debo optar por la postura adulta. Me toca.

*

En junio del 2020 publiqué por primera vez un proyecto digital que nació en medio de la angustia por el encierro y la incertidumbre de la pandemia: Las Inocencias. Los contenidos surgieron a partir de conversaciones fortuitas con amistades, en el intento de evadir las cuatro paredes, mientras la línea difusa entre el teletrabajo y las tareas domésticas hacían del día una labor pesada. Para mí era imprescindible mirar al interior, volver a un atrás donde los pesos eran distintos, donde la carga liviana permitía que el tiempo pase más lento y que me alcance el día.

En esa evasiva fugaz me inventé Las Inocencias. Quería escuchar a mis amistades y conocidos cercanos sobre aquello que daban por real en su niñez. Esa inverosimilitud que les permitía entender el mundo o, mejor dicho, crear uno y habitarlo para después desplazarse al exilio de la racionalidad. Entonces me di a la tarea de inventarme también una convocatoria-invitación, unas bases de participación y una estrategia de publicación. Así no más: inventar.

*

Mis hijos esperan con emoción el día del niño porque les toca regalo.

Sergio tiene 13 años y me pregunta si todavía puede celebrar.

Supongo que sí.

Qué bonito es celebrarse niño.

*

La convocatoria-invitación la extendí a inicios de mayo con la promesa de ilustrar lo que me cuenten: en no más de 50 palabras debían relatarme aquella irrealidad que daban como cierto cuando eran pequeños. Yo lo único que quería era dibujar y enternecerme con fantasías que un día, dentro de un mundo, fueron reales; quería ver otra realidad con otros ojos. Quería escucharlos niños y pensarlos niños. Resultó.

Durante el mes de junio, con el Día Internacional del Niño como pretexto, publiqué en mis redes sociales la primera Inocencia: un dibujo de una serie de ellos que pudiesen resultar tan inverosímiles como la narración y que, sobre todo, tuviese el efecto sorpresa para quien me compartió un poco de su recuerdo ya que, ese mismo día, sería la primera vez que viese la imagen. A esa primera publicación se le sumaron 33 más, una por día y de diferentes participantes, durante todo el mes.

Los textos resultaron un desafío: montañas que eran dinosaurios dormidos, semillas que crecían en los estómagos, lunas caminantes y camas voladoras son solamente una muestra de lo que puede ser el mundo cuando no cabe aún la razón -o cuando cabe una razón desde una perspectiva distinta a la de un adulto-. No me quiero poner Principita. Cierre de la primera edición.

*

Me gusta meterme a las librerías y mirar en silencio.

En la sección infantil hay tesoros.

Encontré un tesoro: el Orbis Sensualium Pictus.

Es un texto infantil pero no es infantil. Es un tesoro.

*

En junio del año 2021 repetí la dosis y la llamé Inocencias Segunda Edición. Durante el año anterior ya me había inventado la convocatoria-invitación, las bases de participación y la estrategia de publicación. Esto no podía quedar así; algo más había que inventar: mi propio Orbis Sensualum Pictus. Antes de seguir, debo hacer una pausa para comentar de qué va este texto: data del siglo XVII y es el primer libro ilustrado para niños que muestra imágenes de las cosas, la fauna y la flora, con una descripción detallada de lo representado. Es el mundo real dibujado.

Para esta nueva edición debía inventarme también mi propio desafío, así que me apropié del estilo de las ilustraciones de la publicación original y dibujé las mías, dotando a cada uno de los 32 participantes de una profesión u oficio según el relato que me compartieron, sin importar si ahora -en su adultez- tienen una actividad distinta a la que yo les asigné. ¿Sí ven? Hasta las labores me les invento. Así no más: inventar.

Si tuviera que mencionar algo que llamó mucho mi atención en ambas ediciones sería el haberme encontrado con adultos que nacieron adultos. Los pilotos de este desierto que, de la manera más amable, me contestaron que no recordaban su infancia, que están seguros de no haber tenido ninguna inocencia. Niños pilotos que me decían no encontrar al cordero dentro de la caja. Desde aquello no dejo de imaginarme cómo serían de pequeños cada vez que me los encuentro. Cierre de la segunda edición.

*

Mi hija Amelia tiene 8 años.

Le pregunto si tiene una Inocencia.

Me dice que no.

Más tarde me pregunta -muy seria- si los pokemones existen.

*

Para el 2022 me propuse la tercera -y última- edición: un códice. Siempre me gustó la ilustración botánica y los paisajes de los exploradores de los siglos XVIII y XIX quienes, a falta de fotografía, pintaban y dibujaban in situ para mostrar un mundo a otro mundo. Yo quería hacer eso también: mostrar otro mundo. Recurrí a la misma forma de convocatoria solicitando a 30 participantes que me cuenten su inocencia y volví a ver con sus ojos. Qué desafío ver con los ojos de otro, aún más cuando ese otro me comparte relatos de cuando era un otrito.

Una vez más estuve al tope de relatos asombrosos. Ojos con monstruos, casas vivientes y cielos que se alcanzan con las manos dan cuenta de la riqueza de la ficción cuando se cree en ella, cuando aún no se conoce otro escenario. También dan cuenta de la percepción de nuestro alrededor a través de la intuición en donde, cuando somos niños, la imaginación es como un sombrero de mago que sorprende con cada cosa que sale. ¿Cómo cabe tanto en ella? ¿Qué más va a salir de ahí?

Cada edición ha tenido su dificultad; una de ellas fue prohibirme la literalidad en la ilustración. Hacer tanto esfuerzo para caer en el facilismo de la narración visual no cabía. Quería abrazar al texto con su imagen y representar lo irreal con la menor cantidad de elementos posibles, pero esas ya son cosas mías; desafíos técnicos del lenguaje visual, le llaman. Cualquier dificultad valió la pena por darme la oportunidad de meterme en más de 90 cabezas distintas. Les confieso que me gusta el silencio y la introspección, así que disfruté el ingreso reflexivo a mundos ajenos. Agradecida quedo por recibir esos mundos y permitirme dibujarlos.

*

Mi hija ve las ilustraciones de las inocencias encima de mi mesa de trabajo.

¿Qué es esto? ¿Qué se imaginaron aquí?, me dice.

Es una chica que pensaba que en los hospitales atendían a las zanahorias, le digo.

Qué loca, me contesta. Se sube a mi cama y se sumerge en una conversación con su peluche.

Qué loca, le digo.

*

 

Cuando me preguntaron por qué esta edición sería la última, contesté que ya quería inventar otras cosas. Cierre de la tercera edición. Fin.


Alianza Francesa de Quito
Miércoles 7 de diciembre 2022

 

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